miércoles, 1 de septiembre de 2010

Claudio Lowy: “La contradicción sojera atraviesa a toda la política”

Desde la Red Nacional de Acción Ecologista, Claudio Lowy, ingeniero forestal especialista en desarrollo humano sustentable y militante del Partido Socialista, se puso al hombro la campaña “paren de fumigar”, que denuncia la extensión de la frontera del monocultivo de soja y los agrotóxicos. En un país donde ya hay más de 20 millones de hectáreas sojeras, y pocas semanas después de celebrarse la cumbre de Copenaghen contra el cambio climático, una de las voces rebeldes dispara desde la ciencia hacia todos lados: “Hasta que no nos convenzamos que el dinero no se come, estamos mal”, dice.


¿De qué se trata la “revolución verde” a la que hacen referencia varias denuncias de RENACE?
Es un sistema reduccionista que se centra únicamente en la rentabilidad. Se hace foco solamente en dos variables: el costo de los insumos y el valor de los productos en el mercado. El problema es que el sistema agrario produce muchas mas cosas y demanda muchas mas cosas también: contrata o no contrata mano de obra, genera o no genera exclusión social, produce o no produce sustentabilidad ambiental, mantiene o no mantiene la biodiversidad, etc. Estamos ante un modelo reduccionista al que no le preocupa ninguna de estas variables: sólo le preocupa su propia rentabilidad.

¿Esto lleva a que la soja sea un monocultivo?
Claro, porque es la que mayor rentabilidad medida en dinero genera en el corto plazo. Hoy es la soja, mañana puede ser cualquier otra planta.

¿Qué efectos produce en el sector de la sociedad que vive de la agricultura?
Genera una fuerte concentración del ingreso en pocas manos, lo que hace que la gente se vea obligada a emigrar hacia los cordones más pobres de las ciudades. Además, se produce una falta de sustentabilidad ambiental y una pérdida de la capacidad productiva del suelo irremediable. La destrucción de la capacidad productiva de los sistemas en los procesos ecológicos esenciales lleva a la desaparición de la sociedad.

¿Cómo se aborda el problema desde la política?
Los partidos políticos, tal como están las cosas ahora, se sientan a mirar. Me parece que no hay una visión acorde a la gravedad del problema. No pasa solo con la soja sino también con la minería, por ejemplo.

Sobre todo a partir del conflicto por la resolución 125, desde el gobierno pareciera bajar un discurso de confrontación con la “patria sojera” y el neoliberalismo, desde una posición podría decirse nacionalista. ¿Se sostiene esto en la realidad?
Uno de los grandes cuestionamientos del sistema económico neoliberal y financiero a la Argentina es la falta de seguridad jurídica para sus inversiones. En el Consejo de las Américas, la presidenta, para argumentar lo contrario, se centró en el acuerdo con Chile para la explotación de Pascua Lama, el primer mega proyecto minero en la historia del mundo que es binacional. La Barrik Gold consiguió un status de autonomía en la frontera similar a la que tiene La Alumbrera en Catamarca. Esto es una renuncia vergonzosa a la soberanía para garantizar la seguridad jurídica a los capitalistas inversores. Nada ha cambiado mucho desde que Cavallo invitó desde Texas a mediados de los 90 a que vengan a Argentina hacer inversiones en la minería, garantizando que no habría restricciones socioambientales. Con la soja pasa exactamente lo mismo: forma parte del mismo sistema.

Desde esta perspectiva, ¿no resulta contradictoria la dicotomía entre “oligarquía terrateniente” y “gobierno nacional y popular” que se plantea desde un sector del peronismo?
Por supuesto que hay algo de lucha en esos términos. Pero el gobierno puede hacer muchísimo más para avanzar sobre la renta de esa oligarquía o incluso fomentar la agro ecología, pero no lo hace. De todas formas, no es sólo un problema del peronismo o del Kirchnerismo: la contradicción sojera atraviesa a todos los partidos políticos.

¿Cual es el nexo entre el sistema y la mesa de enlace?
Total. Viven de eso. Y acumulan poder desde ahí.

En el presupuesto 2010 está previsto recaudar 43 mil millones de pesos al sector en materia de retenciones. ¿Esto es un límite a la hora de plantear alternativas?
Con la agroecología se puede ganar lo mismo, incluso más. No es que la agroecología anula el negocio agropecuario. El problema está en que, a la vez que mantiene el negocio agropecuario, distribuye el ingreso. Ese es el nudo de la cuestión. Los negocios dejan de estar concentrados. La agroecología incluye socialmente, es una gran generadora de trabajo. La soja transgénica, en cambio, genera un puesto de trabajo cada 500 hectáreas.

Si la contradicción no pasa entonces por la disputa campo-gobierno, ¿en dónde hay que buscarla?
No estoy de acuerdo cuando se hace referencia al “modelo agrario”: no se trata de plantar o no plantar soja. Un modelo es la manera en que vos miras algo. Los productores modelizan el sistema agrario de una manera, los campesinos de otra. Esa es la contradicción. Uno ve todos los insumos y los valores del mercado, y los otros ven el desarrollo sustentable. Ya solamente hablar de modelo agrícola es un error conceptual, epistemológico, que vamos arrastrando y nos impide ver con claridad que es lo que está pasando.

Y en esa contradicción, ¿como quedan los campesinos?
Son los más vulnerables porque cuando pasa el avión fumigador, desparrama el tóxico por el aire y el agua. Por otra parte, son los que nos pueden mostrar el camino. Ellos tienen la tecnología y el conocimiento, pero se necesita invertir en ese conocimiento. La revolución verde tiene 60 años de investigación, miles de científicos a su servicio y presupuestos multimillonarios, pero no consiguió engendrar un sistema que alimente al mundo, no lo someta al hambre ni produzca los daños ambientales que produce.

PAREN DE FUMIGAR.

¿Podrías explicar sencillamente qué es el glifosato?
El glifosato es un herbicida que tiene la propiedad de eliminar a las plantas sobre las que cae, salvo que tengan resistencia. Los herbicidas antes se usaban en lo que se llama preemergencia: se mataban las malezas antes de que emergiera el cultivo que se buscaba. Como la soja es un cultivo de verano y por lo tanto compite mucho con la maleza, el glifosato se usa para erradicar las malezas y expandir la frontera de la soja, empleando el herbicida luego de la plantación. Para lograrlo, se necesita que la soja sea resistente, haciéndola transgénica.

¿Cómo se vuelve transgénica a la soja?
Se extrae un virus de una bacteria que da la característica de resistencia al glifosato y lo meten dentro de la soja. Este gen no es un gen que puede extraerse y trasplantarlo asiladamente, sino que acarrea consigo otros genes que están cerca, digamos.

¿Cómo se aplica el glifosato y que consecuencias genera en el medio ambiente?
La fumigación se realiza a través de aparatos llamados “mosquitos”, en tierra, o por avión. El glifosato mata todo lo que crece, con una cantidad de impactos muy fuertes. Se produce un desierto de biodiversidad, sólo queda soja. Esto afecta sensiblemente la micro flora, la micro fauna, y el suelo. La pérdida de la biodiversidad es un problema mucho más grave que el calentamiento global o la contaminación. Estos se pueden resolver, con mucho esfuerzo y voluntad, en 150 o 200 años. En cambio, la pérdida de biodiversidad son millones de años de evolución.

El informe del comité Científico Interdisciplinario (CCI), a cargo del CONICET afirma que “no existen suficientes datos sobre los efectos del gilfostato en la salud humana” y que no se realizaron todavía “estudios pertinentes”. ¿Por qué no se investiga sobre el tema?
Porque existirían limitaciones a su aplicación. Hay un interés económico muy fuerte en que esto no se investigue. La toxicidad del glifosato, como la de muchos otros herbicidas, se mide con la metodología L 50. En base a esta categorización, el glifosato es “poco tóxico”, entonces lo venden como un producto de jardinería. Estos estudios se hacen con ratones: cuando la cantidad de sustancia química es mucha para matar al 50 por ciento, es poco toxico; si las matas con poquito, es muy toxico. Eso se traslada al ser humano. Sin embargo, El Rund-Up, que distribuye la multinacional Monsanto, no contiene sólo glifosato. Se lo mezcla con otras formulaciones. Lo que sucede es que el glifosato es el químico con mayor presencia en el producto, pero no el más tóxico. De todas formas, esa metodología no evalúa si genera cáncer o malformaciones congénitas. Tampoco evalúa la toxicidad crónica, repetida, la exposición a largo plazo.

¿Existe alguna normativa vigente en Argentina que regule las fumigaciones?
Para darse una idea, la categorización de los agroquímicos se encuentra en el anexo de una resolución del ministerio de agricultura de la nación. Es una norma de cuarta. Eso se puede modificar por una ley en el congreso o por un decreto presidencial. Nosotros estamos diciendo que no se fumigue cerca de la población, simplemente. No estamos diciendo ni siquiera se cambie el modelo. Alejen las fumigaciones. Sólo eso. Indudablemente falta decisión política.


CUMBRES CLIMÁTICAS.

¿Qué conclusiones sacas de la cumbre de Copenaghen?
Las cumbres climáticas en general fracasaron todas. Hasta que no nos convenzamos que el dinero no se come, estamos mal.

¿Es posible una salida dentro del sistema?
El capitalismo así como esta no sirve. No está en condiciones de dar una respuesta a la problemática. No puede resolver ni siquiera el tema de la pesca: se pesca más de lo necesario y no se puede garantizar la tasa de reproducción de los peces. De todas maneras, no debemos caer en propuestas reduccionistas porque el sistema es muy complejo. Tenemos que complejizar la cuestión. Suponiendo que se logra un cambio, todavía tenemos grandes dificultades en planificar que vamos a producir, cómo vamos a hacerlo, quiénes van a hacerlo, quiénes van a apropiarse del excedente en otro sistema, si se quiere socialista. Pero tampoco veo fácil que el capitalismo pueda cambiar.