jueves, 23 de septiembre de 2010

sábado, 18 de septiembre de 2010

"4 Años sin Jorge Julio López! Aparición con Vida!"

Jorge Julio López, desapareció el 18 de septiembre de 2006, un día antes de que el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata condenara al genocida Miguel Etchecolatz a la pena de reclusión perpetua "por delitos de lesa humanidad en el marco de un genocidio".

Él era querellante en ese juicio porque fue un detenido ilegal en uno de los centros clandestinos de la dictadura, que operaron bajo la órbita de Miguel Etchecolatz, en el ámbito de la Policía Bonaerense. Su desaparición muy lejos está de ser un simple hecho policial. Jorge Julio López es un desaparecido político. Y, lo que más duele, fue un detenido político en la dictadura, y hoy es un desaparecido en plena democracia. Esto habla muy mal de lo que hemos conseguido como país desde la recuperación de la democracia: una democracia que no puede afianzar la justicia, garantizar la paz, proteger la seguridad ciudadana, nos deja una herida abierta como país. Este crimen es un intento más por amedrentar a la justicia, a los testigos del terrorismo de Estado. Intento impulsado por unos pocos que quieren seguir viviendo en el país de la impunidad, intento no desbaratado por nuestro gobierno nacional, que no supo dar respuestas. Una vez más, ante la indeferencia del gobierno; el cumplimento de la Ley y de la Justicia debe ser reclamado por los actores políticos y sociales que queremos un país con justicia, igualdad y libertad.

Por eso, adherimos al reclamo de la Juventud Socialista de la ciudad de La Plata para que el compañero Jorge Julio López, afiliado del partido y víctima nuevamente de los mismos genocidas de siempre:

Aparezca con vida YA.

Juicio y castigo a los culpables.

Garantías para el normal desarrollo de los juicios por la verdad.

jueves, 16 de septiembre de 2010

"A 34 años: A pesar de la noche... los lápices siguen escribiendo!".-

Desde los pibes alemanes a la noche de los lápices

Por Osvaldo Bayer

Etchecolatz empezó a sentirse mal, estaba en su casa y sintió dolor de cabeza y dijo que era un perseguido político. Sinvergüenzadas argentinas. El peor de los asesinos estaba en su casa y se hace el perseguido. "Político", nada menos. El verdugo más cobarde de nuestra historia se autodenomina político. La política del tiro en la nuca. Lleva siempre la escarapela argentina en la solapa. Azul y blanco. Trasfondo de nuestra filosofía social. Los asesinos están entre nosotros. Es el autor de la acción más alevosa imaginable. La prisión, tortura, muerte y desaparición de los adolescentes de la Noche de los Lápices. De adolescentes. Y lo que todavía no se ha dicho: los militares y uniformados argentinos les ganaron a los nazis. En una acción muy parecida, los argentinos mostramos mucho más poder, autoridad, la más absoluta ilegalidad en la represión.

En febrero de 1943, en plena guerra, un núcleo de estudiantes alemanes de la ciudad de Munich editó volantes contra la guerra. Su moral no les permitía soportar más eso de matarse unos a otros, bombardear ciudades asesinando madres y chicos, con la destrucción absoluta de la vida. Esos volantes los arrojaban desde los pisos de arriba al patio de la universidad. Fueron observados por el portero que los denunció de inmediato. Los estudiantes –cinco varones y una chica– recién comenzados los veinte años, fueron sometidos a un juicio, encontrados culpables de traición a la patria y guillotinados al tercer día. Todo salió en los diarios, después fueron ejecutados otros estudiantes y también el profesor Huber, quien los había apoyado. Sus bellas cabezas cayeron rodando en un tacho. Habían leído demasiada poesía, habían leído el sufrimiento en los ojos de los demás y en sus propios ojos. La guerra, no podían ni querían seguir siendo bestias. Sus cabezas fueron separadas de sus cuerpos. Pero los nazis oficializaron todo y publicaron todo, hasta el nombre del juez y del verdugo. El juez Roland Freisler quien posteriormente condenó a la horca a los rebeldes del 20 de julio. Todos con su responsabilidad en el crimen.

En La Plata ocurrió algo muy similar. Pero los héroes de la resistencia civil argentina eran más jóvenes, apenas adolescentes. Habían luchado por la rebaja del boleto estudiantil. Para que los que vivían lejos pagaran igual que los que vivían cerca. Justicia, camaradería, solidaridad, la bella palabra. Se reunían y cantaban por la calle: "Luchar, luchar, por el boleto popular", "Eso, eso, eso, boleto de un peso". Cuando llegó la dictadura pasaron a ser sospechosos. Activistas. Terroristas. Fueron secuestrados por la policía comandada por un general de la Nación, el general Camps, un enfermo mental que aplicó con un entusiasmo total las reglas de la muerte argentina: secuestro, robo de las pertenencias, humillación, tortura hasta la aniquilación, hambre, y por fin desaparición. Cada vez peor, cada vez mejor. Destruir al ser humano integralmente. Aplastarlo como a un insecto. Y total silencio ante los familiares y amigos. Desaparecido. No están ni vivos ni muertos, están desaparecidos, como se expresó ante los periodistas extranjeros el señor presidente de la Nación Argentina, teniente general Jorge Rafael Videla. Etchecolatz, Camps, Videla. Figuras de exposición en una muestra argentina que comienza con Roca. Es toda una línea. Lo que pasa es que los mapuches son chilenos. Ahí está la clave. Es decir, los militares argentinos se quedaron en la sombra, no admitieron nunca el crimen. Hasta hoy, Etchecolatz nunca lo reconoció. No sé, desaparecieron. Se habrán ido a Suecia. No, no me enteré.

En su libro, de precisión jurídica, María Seoane y Héctor Ruiz Núñez establecen que seis jóvenes prisioneras embarazadas fueron arrojadas a los calabozos de los muchachos de La Noche de los Lápices para que éstos las atendieran sin tener elementos ni conocimientos. Aquí sí los argentinos les ganamos a los nazis. Los prisioneros alemanes de Munich, tras seis días de calabozo alimentados con una ración mínima, fueron llevados a la guillotina y ahí ejecutados. Aquí, entre nosotros, fue todo más florido: picana, látigo, hambre, escupitajos, manoseo y violación para María Claudia y Clara, todo mezclado con desconocidas embarazadas humilladas hasta el hartazgo. Es que somos católicos apostólicos romanos. Los representantes de la Iglesia Católica en La Plata les dijeron a los desesperados padres: "No busquen más a sus hijos". "Recen". Monseñor Plaza.

Sophie Scholl, la joven mujer alemana de "La rosa blanca" –ese bello nombre tenía la organización antinazi de Munich– puebla hoy con su foto todos los rincones universitarios sensibles a su lucha y a su joven muerte.

Poco a poco los jóvenes rostros de los queridos María Chiocchini, María Claudia Falcone, Francisco López Muntaner, Claudio de Acha, Horacio Angel Ungaro, Daniel Racero y Pablo Alejandro Díaz van surgiendo del horizonte estudiantil y aparecen uno por uno en las aulas de los ámbitos secundarios. La semana pasada me llamaron para hablar de ellos en el patio del Colegio Nacional Pueyrredón. Más que mis palabras se oyeron los aplausos de las manos jóvenes. Hubo lágrimas. Emoción. Dolor. Pensaron en las muertes. De sus compañeros. Desaparecidos. Ese mismo día Etchecolatz se consideró un preso político.
La pregunta es: ¿por qué tanta brutalidad, tanta impunidad? ¿Cuáles fueron los maestros y profesores de nuestros militares y policías? Hoy, salvo los que se jubilaron, siguen siendo los mismos docentes en los colegios militares y policiales. ¿Dónde asimiló Camps el instinto de hacer desaparecer? ¿Dónde aprendió Etchecolatz tanta impunidad y crueldad? Y la cobardía de negar que lo hicieron. ¿La aprendieron o les viene de familia? ¿Buscaron esa profesión porque les calmaba los instintos? La pregunta no es porque sí, viene de estudios que se hicieron sobre los nazis famosos y sus instintos desde la vida familiar.

Los crímenes nazis estaban documentados por ellos mismos. Aquí hasta Videla los niega. Un aspecto del cinismo y la mendacidad que debemos tener en cuenta para medir la personalidad de quienes establecieron la "Muerte argentina", la desaparición. Hasta la Inquisición de la Iglesia Católica quemaba vivas a sus víctimas en plazas públicas y con la presencia de la Cruz. Nuestros verdugos escondieron todo. Esa es su máxima cobardía. Que los dos partidos políticos argentinos siempre reinantes trataron de disimular con las palabras "obediencia debida" y el batacazo del indulto. Pero no es tan fácil esconder la basura debajo de la alfombra. Están los alucinados del coraje, que jamás abandonan la escoba, a pesar de las ametralladoras y las picanas eléctricas.-

martes, 14 de septiembre de 2010

"Homenaje a Salvador Allende"

Las últimas palabras públicas de Salvador Allende antes de ser asesinado por la dictadura pinochetista dejaron en claro su posición frente al venidero golpe de Estado: "Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que por lo menos será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición".

"Ayer mataron a Salvador Allende"
Por José Pablo Feinmann

Sería ingenuo no creer que el 11 de septiembre que el mundo recordará será el de las Torres Gemelas antes que el de Chile. El de las Torres tuvo una audiencia en simultáneo, un público atónito que asistía, compartiéndolo, en vivo y en directo, a uno de los acontecimientos más poderosos de la historia humana. No menos poderoso fue el de Chile, pero nos tenía más acostumbrados. Sin embargo, no bien se desplegó el terror pinochetista supimos que eso era nuevo, no tenía antecedentes. Lo mismo sucedió con el terror de la Junta argentina.

Ignoro si se ha reflexionado sobre un punto (sin duda, sí; pero merece ser ofrecido otra vez al análisis): el acontecimiento de las Torres y el de Chile no sólo comparten la fecha, sino mucho más. El país de las Torres (el Imperio) fue el causante directo del septiembre chileno. Chile nada tuvo que ver con la caída de las Torres. Pero Estados Unidos hizo el golpe de Pinochet, lo inventó a Pinochet y lo asesinó a Allende. Era parte de la política que se había otorgado para manejar las cosas en eso que llaman su “patio trasero”.

Desde que llegó a la presidencia, Kennedy, que era un furioso anticomunista, advirtió que –durante el llamado período de la Guerra Fría– las acciones bélicas directas no tendrían lugar entre los dos bloques hegemónicos. Había, en ellos, un exceso de técnica bélica que lo impedía. El terror nuclear recomendaba una excesiva prudencia que los dos colosos ejercieron celosamente. Las luchas, entonces, se dieron en otras latitudes.

Demoraron en advertir que en América latina los comunistas se habían posesionado de Cuba, brillante tarea de esos barbudos que habían seducido y engañado a la CIA diciéndose democráticos, y que la CIA creyó que apenas venían a tirarles abajo a ese sargento Fulgencio Batista, un sanguinario impresentable, que había hecho de Cuba un prostíbulo y un garito para la mafia. Apoyaron a los muchachos de Fidel, que les dieron una enorme y pésima sorpresa: su líder se definió y definió a su movimiento como marxista-leninista. Decidieron aprender la lección: nunca más un Castro en América latina. Porque Estados Unidos decía no pretender apropiarse del mundo como los soviéticos, pero en verdad ya casi lo dominaba o ésa era su meta. Con justa razón, el profesor Chalmers Johnson consideró que había más simetría entre las políticas de la Unión Soviética y de los Estados Unidos de lo que los norteamericanos deseaban reconocer: “Si en el transcurso de la Guerra Fría la Unión Soviética intervino manu militari en Alemania Oriental (1953), Hungría (1957) y Checoslovaquia (1968), los Estados Unidos articularon el golpe en Irán (1953), la invasión de Guatemala (1954) y de Cuba (1961), ocuparon militarmente la República Dominicana (1965) e intervinieron en Corea (1950) y en Vietnam (donde sustentaron dictaduras y mataron a un número más grande de personas que la Unión Soviética en sus exitosas intervenciones)” (Chalmers Johnson citado por Luis Alberto Moniz Bandera en su notable ensayo: La formación del Imperio Americano). En una comparación inevitablemente odiosa y desagradable, posiblemente la CIA sea y haya sido una organización más cruel, más asesina y, sobre todo, más responsable de la llegada de regímenes genocidas al poder que la KGB soviética. Medio mundo o más no diría esto por la prepotencia, la supremacía que tienen los medios en la formación de la subjetividad de las personas. El cine, por ejemplo (gran herramienta de propaganda de EE.UU.), siempre ha mostrado a un agente de la KGB como alguien más siniestro que uno de la CIA, que, con frecuencia, es el héroe de la película. Jack Ryan, sin ir más lejos, tuvo la pinta y el carisma de Harrison Ford. ¿Quién, en la KGB, podía competirle? Pero un serio problema se le aparece a la Administración Nixon. En 1970, el socialista Salvador Allende, candidato de la Unidad Popular, gana de modo inobjetable las elecciones en Chile. Pese a que Allende propone una “vía pacífica” –o una “vía democrática”– al socialismo, Richard Nixon lo odia desde el primer día. Y desde ese día se propone echarlo del gobierno. Aquí debo mencionar dos documentales formidables con los que trabajo estas cuestiones y deben (creo) ser consultados: uno es casi una autobiografía de Robert McNamara y se titula La niebla de la guerra, el otro es una pequeña obra maestra de Chistopher Hitchens, Los juicios de Henry Kissinger. En éste, Hitchens nos muestra la pasión que pone Kissinger en dejar contento a su jefe, Nixon, y demostrarle que se puede hacer con un país lo que Estados Unidos desee. No aún con Chile, porque Allende acaba de ganar muy limpiamente “y nosotros respetamos la democracia”. Nixon acepta este dogma, pero tiene claro que –en caso de llegar a imponer una dictadura– siempre es mejor una dictadura no-comunista que una comunista (ver: Luis Alberto Moniz Bandeira, La formación del Imperio Americano, p. 278). Seguramente compartían este criterio las empresas que le hicieron saber acerca de la gravedad del asunto: la ITT, la Pepsi Cola y el Chase Manhattan Bank. Todas se comunicaron con el presidente de la CIA, Richard Helms. También lo hizo Nixon, en una reunión relámpago: se sentó, tomó un vaso de agua, dijo un par de cosas y se fue. Destinó 10 millones de dólares para la tarea de desestabilizar al “hijo de puta” –así le decía: SOB—, pidió acción inmediata, dejar de lado al embajador, poner los mejores hombres en la tarea y en 48 horas deteriorar la economía. A partir de ese punto empezaría el trabajo en serio.

Kissinger tenía un buen concepto de la habilidad política de Allende: por todos los medios exhibiría que no era un satélite soviético, a lo Castro, ni siquiera un gobierno abiertamente comunista. Pero no estaba dispuesto a mostrar que le creía. En suma, entre Nixon y Kissinger deciden hundir a Allende desde el primer día de su llegada al poder. Así se hace la historia. En tanto, en América latina se festejaba el gran paso de la llegada al gobierno por elecciones libres y democráticas de un gobierno socialista (aunque fuese con un margen leve: la Unidad Popular sólo alcanzó el 36,2%), en las oficinas de la CIA o en el despacho más privado de Nixon la tarea de destrucción ya estaba en camino. Precisamente en Los juicios de Kissinger, el halcón Alexander Haig (que anduvo por aquí tratando de arreglar la guerra de Malvinas) lanza una exclamación con la fuerza de un escupitajo iracundo: “¿Otro Castro en América latina? ¡Por favor!” O sea, ni locos. Allende debía caer.

Haig es un activo soldado de esa causa. En mi novela Carter en New York, Joe Carter le cuenta a un amigo moribundo el modo en que Haig (Alexander Higgins en la novela) se despide de Allende antes de subir al avión que lo llevará a los States, cumplida ya su tarea. Explica: “El problema –ahora– es el Islam. Pero a los 24 años conocí al senador republicano Alexander Higgins. El hombre era un genio. Uno de los grandes cerebros que –allá por 1973– liquidó al gobierno socialista de Salvador Allende. Y que –no hacía mucho, entre un trago y otro– le había confesado ciertas cosas. ‘Sabes, Carter, Allende tenía la beatitud de un arcángel. Mas, ¿qué podía hacer yo? Sólo reconocerlo, pero no evitar mi trabajo por sentimentalismos peligrosos, que te mienten o te ciegan. La última vez que estreché su mano, poco antes del golpe que acabó con su vida, abandonaba yo la República de Chile, todo estaba ya hecho. Acerqué mi cara a la suya y en voz muy baja pero audible para él y para mí, le dije: ‘Es usted un hombre puro. Comunista o no. Cuando le caiga encima el caos que le hemos preparado recuerde estas palabras de uno de sus enemigos. Es usted un hombre bueno, equivocado pero honesto y valiente. Estrecho su mano con orgullo, doctor Allende. Y es la última vez que lo hago’. Me miró a través de esos anteojos doctorales, de académico, de hombre culto. Dijo: ‘¿Por qué si tanto me respeta está al lado de quienes buscan mi destrucción?’ ‘Doctor, es muy simple: otra Cuba, en América latina, no. No podemos permitir eso.’ ‘¿Y quiénes son ustedes para permitir o no lo que un pueblo ha elegido democráticamente?’ ‘Los Estados Unidos de América. Y ustedes nuestro patio trasero. No queremos más problemas por aquí. Trate de salvarse. Huya.’ ‘Nunca. Usted no me respetaría si yo huyera. Me respeta porque sabe que lucharé hasta el fin.’ ‘Lo sé. Lo que nunca sabré es por qué luchará hasta morir por una causa tan infame.’ Allende me clavó sus ojos. Diablos, cuando miraba feo podías temblar si no eras duro, si te escaseaban los cojones. Dijo: ‘Lo que nunca sabré es cómo usted dice respetarme y es un mercenario al servicio de un imperio de asesinos’. ‘Doctor, no nacimos para entendernos. Estamos a punto de dejar de respetarnos. Y si me quedo uno o dos minutos más junto a usted acabaré por hacer el trabajo que en breve harán sus verdugos.’ ‘Parece conocerlos.’ ‘Los hemos entrenado nosotros, doctor.’ ‘¿Quién es el principal cabecilla?’ ‘¿No lo sabe? ¿Ni eso sabe?’ No dijo palabra. Todo estaba tan irrefutablemente tramado que no me importó darle el nombre del general que le habíamos destinado como verdugo. ‘Pinochet.’ ‘¿El general Pinochet?’, se asombró. Y, muy seguro, dijo: ‘El general Pinochet es mi amigo’. ‘Doctor Allende, parto de Chile con una duda: si es usted increíblemente bueno o increíblemente tonto.’ ‘Pues yo lo despido con una certeza: usted es un perro, una escoria humana que insulta la esencia del hombre.’ ‘Lamento desilusionarlo, doctor: pero a esa esencia, de nosotros dos, la encarno yo mejor que usted. Le dejo una enseñanza antes de irme: usted, como comunista, cree que esa esencia es buena y bastará que ella triunfe para que los hombres sean libres. Nosotros creemos que es mala. Que es egoísta y sólo el dinero le importa. Por eso los matamos y los seguiremos matando y les ganaremos todas las guerras. Piénselo.’” (Carter en New York, ed. cit. pp. 105/106/107).

El otro decisivo factor que derrocó a Allende fue “el decano de la prensa chilena”, el centenario periódico El Mercurio. Agustín Edwards, su director, viajó hasta las oficinas de Nixon y volvió con dos millones de dólares para la tarea democrática a emprender. Desde sus páginas inflamadas de patriotismo anticomunista, El Mercurio llamó a la lucha a las conchetas chilenas, que son temibles. Inauguraron la moda de las cacerolas.

Todo está dicho. Allende se refugia en La Moneda y dice que no habrá de huir. Ahí se queda. Se hunde con su barco. Tiene puesto un casco de guerra y sostiene una metralleta. Da un último discurso: “Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”. Don Agustín Edwards, director del “decano de la prensa chilena”, habrá brindado con buen champán. Las conchetas, felices. Los obreros, perseguidos y asesinados. Allá, en el Norte, la CIA, Nixon y Kissinger, satisfechos. Allende se suicidó o lo mataron. Pero estuvo en su puesto hasta último momento. El 11 de septiembre que América latina recuerda y llora es éste. El otro, el de las Torres, ni sabemos quién lo hizo. Y, emperradamente, como le habría gustado a don Salvador, seguiremos creyendo que alguna vez, más tarde o más temprano, se abrirán las grandes alamedas. Y el primero en pasar por ellas será don Salvador Allende. Una enorme pancarta con su cara de hombre bueno, que soñó un sueño tal vez imposible, pero que él sostuvo hasta el final. Así, pocos, Salud, héroe, mártir, ejemplo perenne. En usted se encarnó lo mejor de la condición humana.

sábado, 11 de septiembre de 2010

¡ Al maestro con cariño en su día !

Defendió los principios socialistas desde los 18 años. En su rol de gremialista fue uno de los promotores de CTERA. Víctima del terrorismo de Estado, nunca abandonó la lucha por el respeto de los derechos humanos, la educación y la justicia. Una figura atípica en la política nacional, que arrancó lágrimas con su partida.

Los años de plomo Concepción del Uruguay, Entre Ríos, lo vio nacer en 1925. De joven ejerció la docencia, en los 60, se dio el gusto de ser guionista de las “Obras Maestras del Terror” que protagonizó Narciso Ibánez Menta. De buscar la unidad de los numerosos organismos que agrupaban a los maestros, surgió la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (Ctera). En 1974, fue su secretario general. Un año más tarde, fue impulsor de la fundación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), y fue elegido copresidente. El golpe significó una pesadilla que nunca se niega a contar. Alfredo Bravo fue uno de los testigos de cargo en el juicio a los ex comandantes. Además, prestó declaración en el año 2001, en los Juicios por la Verdad en La Plata. Su secuestro, 8 de septiembre de 1977, fue en la escuela donde estaba dando clases. En los interrogatorios, en medio de las torturas, le preguntaban quienes eran los miembros de la APDH que enviaban información al exterior. Bravo reconoció las voces: de Ramón Camps y Miguel Etchecolatz. Días más tarde, Camps le advirtió: “Pena de muerte puede ser de dos formas o que lo matemos nosotros o que se suicide usted”. Sin embargo, las amenazas del represor no se concretaron y en junio de 1978 adoptó un régimen de libertad vigilada. La liberación de Bravo, a principios de 1979, respondió a las gestiones de integrantes de Ctera y otras personalidades del mundo de la política enviando un telegrama al entonces presidente de Estados Unidos Jimmy Carter. Que pidió explicaciones al jerarca de la dictadura Videla y al poco tiempo el dirigente socialista conquistó su libertad.Bandera socialista En 1983. El gobierno de Raúl Alfonsín lo designó Subsecretario de Actividad Profesional Docente del Ministerio de Educación y tres años más tarde se despidió del cargo cuando se promulgó la ley de Obediencia Debida, por la que alrededor de ochocientos oficiales de las Fuerzas Armadas quedaron en libertad.

A fines de la década del 80 regresó al Partido Socialista Democrático, que había abandonado en 1943 por diferencias. En 1991 ingresó como diputado y fue reelecto en dos oportunidades (1995 y 1999).A pesar de haber sido integrante de la Alianza –conformada por la UCR y el Frepaso- se distanció de la gestión de Fernando de la Rúa, por discrepar con el rumbo que había seguido la administración. En esa época, estrechó sus vínculos con Elisa Carrió, con quien trabajó en numerosos proyectos e investigaciones. El 24 de octubre de 2001, se presentó en las elecciones legislativas como candidato a senador por Capital Federal, a pesar de haber acumulado los votos suficientes para acceder a su banca en la Cámara alta, debido a la presentación judicial que hizo uno de sus competidores, Gustavo Beliz, nunca pudo asumir. En los últimos meses, después de pelearse con Carrió y de conseguir la reunificación del Partido Socialista Democrático y el Partido Socialista Popular, optó por lanzarse en la carrera por la presidencia de la Nación.

En la madrugada del lunes 26 de mayo el corazón del hombre de 78 años no soporto el triple infarto. Estaba angustiado por el “maltrato judicial” por parte de la Corte Suprema con la falta de definición de la banca del tercer senador. El tema de la designación de Beliz como ministro de Justicia ayudó al cuadro que lamentablemente tuvo la madrugada fatídica del primer infarto.

En la despedida el discurso más emotivo fue el de Laura Bonaparte, de Madres de Plaza de Mayo: “Querido compañero socialista, compañero maestro de la educación laica y gratuita, compañero articulador de diferencias (...) Te elegimos y te nombramos senador nacional, compañero defensor de los derechos de la mujer, compañero luchador contra cansancios, vientos y mareas, compañero doblegador de torturas y torturadores, compañero de ideales llevados a la práctica”. Repentina, conmovedora y triste fue la partida de Alfredo Bravo.

Lágrimas y sonrisas se asomaron ese lunes de otoño por la tarde.- Parece increíble que el profesor ya no esté entre nosotros –comenté a uno de sus compañeros más íntimos.- No, no le digas profesor. Él siempre nos corregía fastidiado: “Soy maestro, maestro de grado”.

viernes, 10 de septiembre de 2010

"El peor analfabeto es el analfabeto político".-

“El peor analfabeto es el analfabeto político. El que no ve, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. El que no sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pescado, la harina, del alquiler o de sus medicamentos, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece e hincha el pecho diciendo que odia la política. No sabe, el imbécil, que de su ignorancia nace la prostituta, el menor abandonado, el asaltante y el peor de los bandidos que es el político corrupto y el lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.”

Bertolt Brecht

martes, 7 de septiembre de 2010

"El espacio de los jóvenes socialistas de San Lorenzo."

"Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar."

(Antonio Machado).-


Estás invitado a este viaje... Somos la "NUEVA GENERACIÓN" que camina ideas. Pensamiento y acción. SUMATE!: partidosocialista_sl@hotmail.com

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Claudio Lowy: “La contradicción sojera atraviesa a toda la política”

Desde la Red Nacional de Acción Ecologista, Claudio Lowy, ingeniero forestal especialista en desarrollo humano sustentable y militante del Partido Socialista, se puso al hombro la campaña “paren de fumigar”, que denuncia la extensión de la frontera del monocultivo de soja y los agrotóxicos. En un país donde ya hay más de 20 millones de hectáreas sojeras, y pocas semanas después de celebrarse la cumbre de Copenaghen contra el cambio climático, una de las voces rebeldes dispara desde la ciencia hacia todos lados: “Hasta que no nos convenzamos que el dinero no se come, estamos mal”, dice.


¿De qué se trata la “revolución verde” a la que hacen referencia varias denuncias de RENACE?
Es un sistema reduccionista que se centra únicamente en la rentabilidad. Se hace foco solamente en dos variables: el costo de los insumos y el valor de los productos en el mercado. El problema es que el sistema agrario produce muchas mas cosas y demanda muchas mas cosas también: contrata o no contrata mano de obra, genera o no genera exclusión social, produce o no produce sustentabilidad ambiental, mantiene o no mantiene la biodiversidad, etc. Estamos ante un modelo reduccionista al que no le preocupa ninguna de estas variables: sólo le preocupa su propia rentabilidad.

¿Esto lleva a que la soja sea un monocultivo?
Claro, porque es la que mayor rentabilidad medida en dinero genera en el corto plazo. Hoy es la soja, mañana puede ser cualquier otra planta.

¿Qué efectos produce en el sector de la sociedad que vive de la agricultura?
Genera una fuerte concentración del ingreso en pocas manos, lo que hace que la gente se vea obligada a emigrar hacia los cordones más pobres de las ciudades. Además, se produce una falta de sustentabilidad ambiental y una pérdida de la capacidad productiva del suelo irremediable. La destrucción de la capacidad productiva de los sistemas en los procesos ecológicos esenciales lleva a la desaparición de la sociedad.

¿Cómo se aborda el problema desde la política?
Los partidos políticos, tal como están las cosas ahora, se sientan a mirar. Me parece que no hay una visión acorde a la gravedad del problema. No pasa solo con la soja sino también con la minería, por ejemplo.

Sobre todo a partir del conflicto por la resolución 125, desde el gobierno pareciera bajar un discurso de confrontación con la “patria sojera” y el neoliberalismo, desde una posición podría decirse nacionalista. ¿Se sostiene esto en la realidad?
Uno de los grandes cuestionamientos del sistema económico neoliberal y financiero a la Argentina es la falta de seguridad jurídica para sus inversiones. En el Consejo de las Américas, la presidenta, para argumentar lo contrario, se centró en el acuerdo con Chile para la explotación de Pascua Lama, el primer mega proyecto minero en la historia del mundo que es binacional. La Barrik Gold consiguió un status de autonomía en la frontera similar a la que tiene La Alumbrera en Catamarca. Esto es una renuncia vergonzosa a la soberanía para garantizar la seguridad jurídica a los capitalistas inversores. Nada ha cambiado mucho desde que Cavallo invitó desde Texas a mediados de los 90 a que vengan a Argentina hacer inversiones en la minería, garantizando que no habría restricciones socioambientales. Con la soja pasa exactamente lo mismo: forma parte del mismo sistema.

Desde esta perspectiva, ¿no resulta contradictoria la dicotomía entre “oligarquía terrateniente” y “gobierno nacional y popular” que se plantea desde un sector del peronismo?
Por supuesto que hay algo de lucha en esos términos. Pero el gobierno puede hacer muchísimo más para avanzar sobre la renta de esa oligarquía o incluso fomentar la agro ecología, pero no lo hace. De todas formas, no es sólo un problema del peronismo o del Kirchnerismo: la contradicción sojera atraviesa a todos los partidos políticos.

¿Cual es el nexo entre el sistema y la mesa de enlace?
Total. Viven de eso. Y acumulan poder desde ahí.

En el presupuesto 2010 está previsto recaudar 43 mil millones de pesos al sector en materia de retenciones. ¿Esto es un límite a la hora de plantear alternativas?
Con la agroecología se puede ganar lo mismo, incluso más. No es que la agroecología anula el negocio agropecuario. El problema está en que, a la vez que mantiene el negocio agropecuario, distribuye el ingreso. Ese es el nudo de la cuestión. Los negocios dejan de estar concentrados. La agroecología incluye socialmente, es una gran generadora de trabajo. La soja transgénica, en cambio, genera un puesto de trabajo cada 500 hectáreas.

Si la contradicción no pasa entonces por la disputa campo-gobierno, ¿en dónde hay que buscarla?
No estoy de acuerdo cuando se hace referencia al “modelo agrario”: no se trata de plantar o no plantar soja. Un modelo es la manera en que vos miras algo. Los productores modelizan el sistema agrario de una manera, los campesinos de otra. Esa es la contradicción. Uno ve todos los insumos y los valores del mercado, y los otros ven el desarrollo sustentable. Ya solamente hablar de modelo agrícola es un error conceptual, epistemológico, que vamos arrastrando y nos impide ver con claridad que es lo que está pasando.

Y en esa contradicción, ¿como quedan los campesinos?
Son los más vulnerables porque cuando pasa el avión fumigador, desparrama el tóxico por el aire y el agua. Por otra parte, son los que nos pueden mostrar el camino. Ellos tienen la tecnología y el conocimiento, pero se necesita invertir en ese conocimiento. La revolución verde tiene 60 años de investigación, miles de científicos a su servicio y presupuestos multimillonarios, pero no consiguió engendrar un sistema que alimente al mundo, no lo someta al hambre ni produzca los daños ambientales que produce.

PAREN DE FUMIGAR.

¿Podrías explicar sencillamente qué es el glifosato?
El glifosato es un herbicida que tiene la propiedad de eliminar a las plantas sobre las que cae, salvo que tengan resistencia. Los herbicidas antes se usaban en lo que se llama preemergencia: se mataban las malezas antes de que emergiera el cultivo que se buscaba. Como la soja es un cultivo de verano y por lo tanto compite mucho con la maleza, el glifosato se usa para erradicar las malezas y expandir la frontera de la soja, empleando el herbicida luego de la plantación. Para lograrlo, se necesita que la soja sea resistente, haciéndola transgénica.

¿Cómo se vuelve transgénica a la soja?
Se extrae un virus de una bacteria que da la característica de resistencia al glifosato y lo meten dentro de la soja. Este gen no es un gen que puede extraerse y trasplantarlo asiladamente, sino que acarrea consigo otros genes que están cerca, digamos.

¿Cómo se aplica el glifosato y que consecuencias genera en el medio ambiente?
La fumigación se realiza a través de aparatos llamados “mosquitos”, en tierra, o por avión. El glifosato mata todo lo que crece, con una cantidad de impactos muy fuertes. Se produce un desierto de biodiversidad, sólo queda soja. Esto afecta sensiblemente la micro flora, la micro fauna, y el suelo. La pérdida de la biodiversidad es un problema mucho más grave que el calentamiento global o la contaminación. Estos se pueden resolver, con mucho esfuerzo y voluntad, en 150 o 200 años. En cambio, la pérdida de biodiversidad son millones de años de evolución.

El informe del comité Científico Interdisciplinario (CCI), a cargo del CONICET afirma que “no existen suficientes datos sobre los efectos del gilfostato en la salud humana” y que no se realizaron todavía “estudios pertinentes”. ¿Por qué no se investiga sobre el tema?
Porque existirían limitaciones a su aplicación. Hay un interés económico muy fuerte en que esto no se investigue. La toxicidad del glifosato, como la de muchos otros herbicidas, se mide con la metodología L 50. En base a esta categorización, el glifosato es “poco tóxico”, entonces lo venden como un producto de jardinería. Estos estudios se hacen con ratones: cuando la cantidad de sustancia química es mucha para matar al 50 por ciento, es poco toxico; si las matas con poquito, es muy toxico. Eso se traslada al ser humano. Sin embargo, El Rund-Up, que distribuye la multinacional Monsanto, no contiene sólo glifosato. Se lo mezcla con otras formulaciones. Lo que sucede es que el glifosato es el químico con mayor presencia en el producto, pero no el más tóxico. De todas formas, esa metodología no evalúa si genera cáncer o malformaciones congénitas. Tampoco evalúa la toxicidad crónica, repetida, la exposición a largo plazo.

¿Existe alguna normativa vigente en Argentina que regule las fumigaciones?
Para darse una idea, la categorización de los agroquímicos se encuentra en el anexo de una resolución del ministerio de agricultura de la nación. Es una norma de cuarta. Eso se puede modificar por una ley en el congreso o por un decreto presidencial. Nosotros estamos diciendo que no se fumigue cerca de la población, simplemente. No estamos diciendo ni siquiera se cambie el modelo. Alejen las fumigaciones. Sólo eso. Indudablemente falta decisión política.


CUMBRES CLIMÁTICAS.

¿Qué conclusiones sacas de la cumbre de Copenaghen?
Las cumbres climáticas en general fracasaron todas. Hasta que no nos convenzamos que el dinero no se come, estamos mal.

¿Es posible una salida dentro del sistema?
El capitalismo así como esta no sirve. No está en condiciones de dar una respuesta a la problemática. No puede resolver ni siquiera el tema de la pesca: se pesca más de lo necesario y no se puede garantizar la tasa de reproducción de los peces. De todas maneras, no debemos caer en propuestas reduccionistas porque el sistema es muy complejo. Tenemos que complejizar la cuestión. Suponiendo que se logra un cambio, todavía tenemos grandes dificultades en planificar que vamos a producir, cómo vamos a hacerlo, quiénes van a hacerlo, quiénes van a apropiarse del excedente en otro sistema, si se quiere socialista. Pero tampoco veo fácil que el capitalismo pueda cambiar.