Defendió los principios socialistas desde los 18 años. En su rol de gremialista fue uno de los promotores de CTERA. Víctima del terrorismo de Estado, nunca abandonó la lucha por el respeto de los derechos humanos, la educación y la justicia. Una figura atípica en la política nacional, que arrancó lágrimas con su partida.
Los años de plomo Concepción del Uruguay, Entre Ríos, lo vio nacer en 1925. De joven ejerció la docencia, en los 60, se dio el gusto de ser guionista de las “Obras Maestras del Terror” que protagonizó Narciso Ibánez Menta. De buscar la unidad de los numerosos organismos que agrupaban a los maestros, surgió la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (Ctera). En 1974, fue su secretario general. Un año más tarde, fue impulsor de la fundación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), y fue elegido copresidente. El golpe significó una pesadilla que nunca se niega a contar. Alfredo Bravo fue uno de los testigos de cargo en el juicio a los ex comandantes. Además, prestó declaración en el año 2001, en los Juicios por la Verdad en La Plata. Su secuestro, 8 de septiembre de 1977, fue en la escuela donde estaba dando clases. En los interrogatorios, en medio de las torturas, le preguntaban quienes eran los miembros de la APDH que enviaban información al exterior. Bravo reconoció las voces: de Ramón Camps y Miguel Etchecolatz. Días más tarde, Camps le advirtió: “Pena de muerte puede ser de dos formas o que lo matemos nosotros o que se suicide usted”. Sin embargo, las amenazas del represor no se concretaron y en junio de 1978 adoptó un régimen de libertad vigilada. La liberación de Bravo, a principios de 1979, respondió a las gestiones de integrantes de Ctera y otras personalidades del mundo de la política enviando un telegrama al entonces presidente de Estados Unidos Jimmy Carter. Que pidió explicaciones al jerarca de la dictadura Videla y al poco tiempo el dirigente socialista conquistó su libertad.Bandera socialista En 1983. El gobierno de Raúl Alfonsín lo designó Subsecretario de Actividad Profesional Docente del Ministerio de Educación y tres años más tarde se despidió del cargo cuando se promulgó la ley de Obediencia Debida, por la que alrededor de ochocientos oficiales de las Fuerzas Armadas quedaron en libertad.
A fines de la década del 80 regresó al Partido Socialista Democrático, que había abandonado en 1943 por diferencias. En 1991 ingresó como diputado y fue reelecto en dos oportunidades (1995 y 1999).A pesar de haber sido integrante de la Alianza –conformada por la UCR y el Frepaso- se distanció de la gestión de Fernando de la Rúa, por discrepar con el rumbo que había seguido la administración. En esa época, estrechó sus vínculos con Elisa Carrió, con quien trabajó en numerosos proyectos e investigaciones. El 24 de octubre de 2001, se presentó en las elecciones legislativas como candidato a senador por Capital Federal, a pesar de haber acumulado los votos suficientes para acceder a su banca en la Cámara alta, debido a la presentación judicial que hizo uno de sus competidores, Gustavo Beliz, nunca pudo asumir. En los últimos meses, después de pelearse con Carrió y de conseguir la reunificación del Partido Socialista Democrático y el Partido Socialista Popular, optó por lanzarse en la carrera por la presidencia de la Nación.
En la madrugada del lunes 26 de mayo el corazón del hombre de 78 años no soporto el triple infarto. Estaba angustiado por el “maltrato judicial” por parte de la Corte Suprema con la falta de definición de la banca del tercer senador. El tema de la designación de Beliz como ministro de Justicia ayudó al cuadro que lamentablemente tuvo la madrugada fatídica del primer infarto.
En la despedida el discurso más emotivo fue el de Laura Bonaparte, de Madres de Plaza de Mayo: “Querido compañero socialista, compañero maestro de la educación laica y gratuita, compañero articulador de diferencias (...) Te elegimos y te nombramos senador nacional, compañero defensor de los derechos de la mujer, compañero luchador contra cansancios, vientos y mareas, compañero doblegador de torturas y torturadores, compañero de ideales llevados a la práctica”. Repentina, conmovedora y triste fue la partida de Alfredo Bravo.
Lágrimas y sonrisas se asomaron ese lunes de otoño por la tarde.- Parece increíble que el profesor ya no esté entre nosotros –comenté a uno de sus compañeros más íntimos.- No, no le digas profesor. Él siempre nos corregía fastidiado: “Soy maestro, maestro de grado”.
Los años de plomo Concepción del Uruguay, Entre Ríos, lo vio nacer en 1925. De joven ejerció la docencia, en los 60, se dio el gusto de ser guionista de las “Obras Maestras del Terror” que protagonizó Narciso Ibánez Menta. De buscar la unidad de los numerosos organismos que agrupaban a los maestros, surgió la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (Ctera). En 1974, fue su secretario general. Un año más tarde, fue impulsor de la fundación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), y fue elegido copresidente. El golpe significó una pesadilla que nunca se niega a contar. Alfredo Bravo fue uno de los testigos de cargo en el juicio a los ex comandantes. Además, prestó declaración en el año 2001, en los Juicios por la Verdad en La Plata. Su secuestro, 8 de septiembre de 1977, fue en la escuela donde estaba dando clases. En los interrogatorios, en medio de las torturas, le preguntaban quienes eran los miembros de la APDH que enviaban información al exterior. Bravo reconoció las voces: de Ramón Camps y Miguel Etchecolatz. Días más tarde, Camps le advirtió: “Pena de muerte puede ser de dos formas o que lo matemos nosotros o que se suicide usted”. Sin embargo, las amenazas del represor no se concretaron y en junio de 1978 adoptó un régimen de libertad vigilada. La liberación de Bravo, a principios de 1979, respondió a las gestiones de integrantes de Ctera y otras personalidades del mundo de la política enviando un telegrama al entonces presidente de Estados Unidos Jimmy Carter. Que pidió explicaciones al jerarca de la dictadura Videla y al poco tiempo el dirigente socialista conquistó su libertad.Bandera socialista En 1983. El gobierno de Raúl Alfonsín lo designó Subsecretario de Actividad Profesional Docente del Ministerio de Educación y tres años más tarde se despidió del cargo cuando se promulgó la ley de Obediencia Debida, por la que alrededor de ochocientos oficiales de las Fuerzas Armadas quedaron en libertad.
A fines de la década del 80 regresó al Partido Socialista Democrático, que había abandonado en 1943 por diferencias. En 1991 ingresó como diputado y fue reelecto en dos oportunidades (1995 y 1999).A pesar de haber sido integrante de la Alianza –conformada por la UCR y el Frepaso- se distanció de la gestión de Fernando de la Rúa, por discrepar con el rumbo que había seguido la administración. En esa época, estrechó sus vínculos con Elisa Carrió, con quien trabajó en numerosos proyectos e investigaciones. El 24 de octubre de 2001, se presentó en las elecciones legislativas como candidato a senador por Capital Federal, a pesar de haber acumulado los votos suficientes para acceder a su banca en la Cámara alta, debido a la presentación judicial que hizo uno de sus competidores, Gustavo Beliz, nunca pudo asumir. En los últimos meses, después de pelearse con Carrió y de conseguir la reunificación del Partido Socialista Democrático y el Partido Socialista Popular, optó por lanzarse en la carrera por la presidencia de la Nación.
En la madrugada del lunes 26 de mayo el corazón del hombre de 78 años no soporto el triple infarto. Estaba angustiado por el “maltrato judicial” por parte de la Corte Suprema con la falta de definición de la banca del tercer senador. El tema de la designación de Beliz como ministro de Justicia ayudó al cuadro que lamentablemente tuvo la madrugada fatídica del primer infarto.
En la despedida el discurso más emotivo fue el de Laura Bonaparte, de Madres de Plaza de Mayo: “Querido compañero socialista, compañero maestro de la educación laica y gratuita, compañero articulador de diferencias (...) Te elegimos y te nombramos senador nacional, compañero defensor de los derechos de la mujer, compañero luchador contra cansancios, vientos y mareas, compañero doblegador de torturas y torturadores, compañero de ideales llevados a la práctica”. Repentina, conmovedora y triste fue la partida de Alfredo Bravo.
Lágrimas y sonrisas se asomaron ese lunes de otoño por la tarde.- Parece increíble que el profesor ya no esté entre nosotros –comenté a uno de sus compañeros más íntimos.- No, no le digas profesor. Él siempre nos corregía fastidiado: “Soy maestro, maestro de grado”.